jueves, 15 de septiembre de 2011

MANSIÓN DEL HABITANTE -POESÍA

 



  RUTA DEL FAUNO

                        
He viajado por un camino que nadie transita
donde cada piedra es un indicio
y cada huella una sugerencia.

Esa vía conduce a los cortijos deshabitados
donde he andado como un fauno,
a esa hora en que los zorzales festejan
y entonan olvidos en los eucaliptos,
mientras el viento como potro invisible
pasa exhalando la fragancia nativa.

He venido trotando en las postas de los camellos
para danzar en tus vísperas
vestido con las serpentina de las enredaderas.

Pero al encontrar la villa arrasada por una lava,
he tomado la ruta que va hacia la cambiante
ciudad de la maravilla donde el sol  se acuarela
y te esconde como una perla
en el cofre de sus rubíes.



SONETO DE LA NOCHE

                
Bajo la penumbra azulada de los astros,
asomaste a la carroza trémula de la noche;
la ternura crecía desde la hierba de tus rastros
como la primera frase que vertimos sin reproche.

El decurso era un milagro cuando tú llegabas,
las perlas de tus ojos resplandecían en el tiempo
y tu cuerpo exhalaba la fragancia de las guayabas
que caen de la mata sacudidas por el viento.

Los grillos se encresparon con el anís de tus besos,
y la desnudez del alma se entregaba a esa hora
que la cópula convulsiona estremecida en los huesos.

Despertada la ciudad con sus misterios y horrores,
te ceñiste los encajes y te fuiste con la aurora,
el aroma del paisaje y el rubor de las flores.
                                                           





                            RETOÑO
 Hijo mío.
Eres el manantial claro de mi letal cadena,
el murmullo agudo de mis venas volcánicas,
eres el tibio verano de mi lejanía
y el sol radiante de mi viaje errabundo.

Lirio mío.
Rojo como mi sangre, callado como mi pecho,
al traerte al mundo he vencido a la muerte,
y en ti la vida canta como un río naciente,
y en el estridente batallar de los años,
eres el horizonte que construyen mis manos.



                                                                  ENIGMA DE LA VIDA

 “¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en paz!
Amado Nervo 
  
La vida sólo es la otra cara de la muerte,
un enigma constante en las venas del arcano.

Solícita nos embarca en su blanco navío
y un día nos relega en los ribazos del olvido.

Es tierna y enigmática como una doncella
y a veces impía como la mortífera guadaña.

Modula el trino de bengalíes mañaneros
y luce en las umbelas sus formas y sus colores.

Tiene el sortilegio de la mujer amada
y la magnificencia humana de las musas divinas.

Palpita en las pupilas de los bueyes aradores
y vuela centelleante en los surcos del labriego.

Canta triunfadora en la almendra del trigo
y llora en los zafiros de niños sin condumio.

Nos mira de lejos con su arábica silueta
y se esfuma en la senda como un espejismo.

Nos limpia los ojos requemados en las dunas
y resuelta nos arrulla en su regazo de madre.



                                ORBE

Sumergidos en el bosque letal de la existencia,
en la mala hora del silencio, cuando el sol
brilla en el centro del cielo, y la tierra
en vertiginoso vuelo gira al pulso de Van Gogh.

Adheridos al péndulo implacable de la vida
que nos va contando los años en granos de maíz.
Y el corazón calcinado como la mustia hierba
mira de su atalaya la rutas del edén.

La voz alambica las yemas de los tímpanos,
el beso tiene el manjar de las aves en idilio;
pero siempre es sacrificio para todo lo que vive
viajar en el ave sempiterna de la tierra.


                                TERNURA              
He llegado a ti con los pies de los ríos
y para mi espacio basta la luz de tu existencia.

El paraíso de tus ojos me encierra en sus olimpos
y la luz de tu sonrisa hace florear la dicha
con su lluvia de encanto.

De noche cuando vamos de brazo por el mundo
la luna nos mira blanca como una gota de llanto,
y al saberse sola se va taciturna
cual una barcarola en el mar del cielo.

El huracán de mi corazón se anida en tu regazo
y para mis anhelos basta la fruta de tus besos
que me dan la gloria de los astros libres
y el aroma lábil que exhalan las flores
desde el corazón de la tierra.

                              EFIGIE


Desde el confín de los adioses
donde moran los siempres en sus recónditos osarios,
desde la cruz asolada que abraza con su sombra
la greda calcárea de nichos desvencijados;
desde el último día que el film de la memoria
con ojos de silicio ilumina el pasado;
velo tu imagen extinta en el cogollo de la vida,
del estigma que ha partido la avestruz de los años
evitando que la niebla anegue tu continente.

Madre.
Y no sufro por los cántaros de soledad acumulada,
es porque no estuviste en el reparto de alegrías
que surtieron como perlas en el séptimo día;
porque una vez despertaste con el lucero del alba
y te fuiste a ocultas por empíreos ignotos,
y el famélico dromedario que ataste a mi garganta
no pudo beber el agua de tus fuentes desbordadas.

Pero la efigie de tu altura descendió a la tierra
a nutrir las simientes de las aguas itsmadas,
y a vivir de nuevo en el conjuro de un sueño
donde has vuelto a amarme con eterna unción.

Tu perfil se ha alejado en una mítica legión
que va hacia los lindes de una ermita auroral;
y el cirio hierático que me diste en la travesía,
no sucumbe a las tormentas que abruman mi senda.
 
OASIS


                                      Ibamos a vivir toda la vida juntos
                                  Ibamos a morir toda la muerte juntos
                                                                     Manuel Scorza


Te fuiste de mis años quebrados en sueños                                           
pero te peinas en los berilos de oasis dormidos.

Danzas cual una ninfa en el podio de los alfareros
y haces jugar los peces en fontanas escondidas.

Haces crecer la dicha en el arco iris de las flores;
el día es un cisne que navega en tus pupilas.

Sólo fuiste un destello en los rubíes del tiempo
y aún te estremeces en las bujías de los limbos.

Prendes las farolas con la turbina de los caracoles;
la noche es un cóndor que atisba en tus balcones.

Te fuiste con el paisaje de los mástiles finales,
pero estás en la alegría de las garzas vecinas.

Y no podrás irte de este mundo compartido,
porque en este crucero no hay camino a tu olvido.

PEDESTAL PARA UNA MADRE


                                         A Blanca Peñaranda Catacora


Fanal encendido que irisa la senda.
Luz que se avizora en invierno frío,
que no capitula en la tempestad.

Corazón hecho árbol en la hora decisiva,
cuando la vida es un cáliz frágil y vacío.

Sin un ramo de sosiego en la nieve de tus ojos,
vences al desvelo y enciendes el día
con tus manos beatíficas.

El mapa de tu imagen y el candor de tu alma
forman un paraíso de bondad y ternura,
y aunque la vida sea una lágrima
en un péndulo, eres agua cristalina
que salpica la sonrisa en los labios de un niño.

                           MUJER

Mujer. No te conozco y sin embargo te amo.

Nunca te he visto y sin embargo te busco

como si hace tiempo te hubiese perdido.

Te sueño desde los aparadores de mi infancia,
hasta en los confines donde falta horizonte a mis ojos.
                                                                   
No sé de dónde vienes pero donde voy te espero.
Te presiento en las avenidas y en las multitudes
y hasta arrullo alborozado lo que nunca me diste.

No sé de qué nervaduras emerge tu melodía,
ni qué destellos tuyos me animan y me resucitan.

Sólo sé que tu misterio llena el cáliz del ocaso,
donde sangran las espinas dolores extintos,
y donde tu existencia como un hilo invisible
me aferra a la órbita inefable de la vida.


LLUVIA


Bella danzarina huraña en latitudes
desata las campanas de pretéritas alegrías
y proscribe tu plegaria que los zorzales
te festejan en el atrio de los cipreses

Apacible mariposa descubridora de encantos
lía mi corazón a la brújula de tus alas
y has que me confine en la maravilla
que ilumina la tempestad.

Excelsa reportera de las guerras del alma
embarca en tus naves sabios astronautas
y libera a la calandria que aletea en las rejas
de la obscura soledad.

Purificadora del orbe surtidora de esmeraldas                        
si la vida es un halo que ronda entre las algas
asperja con tu ósculo la languidez del estío
para que alumbre tu pureza el fruto redentor

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